viernes, 29 de mayo de 2015

El dios animal.


(El dios es inconsciente y salvaje.)

Puesto que para la razón no hay verdad alguna, no podemos confiar en la reflexión crítica o en la intelectualidad como medio de trascendencia social. ¿Que es el pensamiento crítico sino una quimera impuesta por el canon para alimentarse de la sangre de la vox populi, cual vid ignorante?. Estos vampiros reinan mediante falacias. Descartemos toda razón como medio del descubrimiento de un ser auténtico, de una esencia que se halla reprimida por la misma racionalidad. Pues ¿cómo la racionalidad va a ser el elemento liberador de una prisión que es propiamente racional? La razón no puede salvar al ser porque es acaso lo que lo envenena. Lo que lo enajena y lo que lo sume en una inconsciencia que es irreflexivamente racional. La razón adora dioses, los mata, se adora a sí misma, muere y sobrevive tras el sepulcro. El animal devora al dios y se transforma en él. Se hace eterno, porque hay una fuerza eterna que la razón sólo puede reprimir, pero como el mar, rebalsa. Esta fuerza es el único dios, la voluntad.



(La fe oscurece y se transforma en voluntad.)

La voluntad es acaso el anhelo mayor, la fuerza emocional que impera en cada individuo, en  cada animal. Es acaso la finalidad de la existencia realizada. Sin embargo, en el espectro urbano de la razón, la voluntad se ve completamente amenazada, reprimida, y eliminada. Duerme bajo el manto de un maestro cruel y monstruoso, que será derrotado sólo cuando esa voluntad resucite  en la tragedia inminente, en la muerte. La muerte es el único medio en que la voluntad, en la sociedad pos-moderna, halla expresión. Pues es cuando deja de existir cuando realiza un acto auténtico o animal, lastimeramente muriendo, pero un acto al fin. La muerte supera de una manera deprimente toda creación racional. Los pensadores están muertos antes de nacer. No viven hasta que mueren. Pues morir es lo único animal que harán en toda su existencia.

Sin embargo, ¿Qué sobrevive a la muerte?.  Bien expresado en el texto, “La religión animal: el arte” o “La venganza estéticasobre la existencia”. Hay un predominio mediante la creación artística y la irracionalidad que supera todo límite temporal, es decir, cualquier limitación que la razón y la muerte impongan a la voluntad. Esta venganza, esta deificación del ego colectivo, esta pérdida de humanidad en pos de una animalidad divina que no le interesa lo temporal o lo eterno, es el telón de fondo para que la voluntad represente su papel.

La voluntad pura, esto es, la voluntad sin obstáculos, es la victoria del individuo, y si se colectiviza en la sociedad, sobre el universo mismo. La vida del animal es perfecta porque no conoce restricción de su voluntad. No hay un elemento mediador, que la frustre. El animal cuando vive, vive en el sentido completo de la palabra. El hombre sólo es auténtico cuando muere.



(El hombre es reducido al insecto, tras morir.)

 Sin embargo, para deificar la vida y enfrentarse a la muerte, se necesita derribar el dogma racional y adoptar la irracionalidad como estandarte de batalla.  Nadie podrá vencer a un enemigo tan astuto y buen ajedrecista como la muerte usando la lógica, sometiéndose a la razón, combatiendo a la temporalidad con medios temporales. El hombre que tome este camino sólo encontrará un breve lapso para lamentarse melancólicamente sobre su negro y eterno destino. No, a la eternidad se la enfrenta con eternidad.  ¿Y qué  otra clase de eternidad existe? La fugaz. La artística. La irracional. La voluntad.

Me atrevo a afirmar que casi todas las religiones han captado esta paradoja: que la voluntad es la fuente de sufrimiento, puesto que el vivir quiere ser eterno y sólo la muerte lo es.  Por ello, se han dedicado a eliminar la voluntad, a eliminar los deseos, engañados por la serenidad aparente y la pérdida del dolor. se equivocaron de enemigo. Se dieron muerte antes de tiempo y aniquilaron la única posibilidad de un acto auténtico y animal: el morir.



(Quienes optaron por la muerte de la voluntad se transformaron en nada.)


Por contrario, mi propuesta consiste en vez de eliminar la voluntad para no llorar su muerte, encarnarla teatralmente. Esto es, representarla y vivirla. Ser la propia voluntad. Ser un personaje de voluntad pura. No tener mediación alguna. La voluntad es lo más cierto y seguro que existe en nuestros anhelos, sólo debemos representarla. Exige teatro. Exige irracionalidad. Exige vida, pura.

De modo que si nos encarnamos en nuestro animal, vencemos a la muerte de manera artística e irracional y obedecemos a nuestra divinidad, la voluntad.  La voluntad se corona solemne y no le interesa la muerte, no le teme, porque ella es aunque muera al instante siguiente. No especula, aprovecha el instante y reduce al universo a un punto artístico victorioso.




(La horrorosa armonía del cosmos, racional.)


(Es vengada en irracional disfraz y esencia.)

La supremacía de la voluntad exige erradicar todo temor a la muerte.  La muerte es el único principio seguro racional, pues la razón sólo sabe a ciencia cierta que vamos a morir. Destruyámoslo, pues, mediante la voluntad del animal. Persónifiquemos al dios interno que sólo quiere vivir. No le importa la eternidad, porque ya la consiguió, aún en su éfimera existencia. Da lugar a comienzo el teatro de la irrazón



(Para la convención, el teatro de la irrazón no es más que una abominación de la forma.)

jueves, 21 de mayo de 2015

La voluntad animal



El principio de orden de toda anarquía es el siguiente: una vez que no haya ataduras morales e institucionales, es decir, una vez que la absoluta quietud se dé, la ausencia de todo liderazgo y todo deber, se presenta una noción denominada como “ordung”, es decir, el orden natural. Este orden natural es arquetípico y paradigmático, pues se basa en la libertad y en la voluntad como principios fundamentales de toda organización social. Es decir, una sociedad de individuos, aunque estos se vean enmascarados en una ideología. Aunque suene paradójico, la libertad se basa en la expresión pura de la voluntad, sin ninguna limitación o restricción, o si fuere el caso, una restricción elegida libremente. De esta manera, en todo proceso anárquico-post-anárquico se sustituye el orden convencional o artificial por el orden natural. Ahora,  tomesé este esquema a un nivel más esencial, más primitivo en la individualidad humana, no como colectivo, sino como propiamente constitutivo del sujeto. Tenemos, en tanto,  dos órdenes análogos. La acción del caos, como la acción anárquica, sustituye aquellos lazos convencionales que hacen del espíritu un ser pensado por lógicas de represión de impulsos. La voluntad artificial se sustituye por la libre voluntad natural, llamese-le “la voluntad animal”.



(El orden natural (reprimido) se enmascara en una ideología estética que oculta lo reprimido, se enmascara ante la convención y visibiliza su voluntad.). 


Voy a explicar mejor este concepto. El sujeto está, particularmente en la sociedad post-moderna, completamente re-construido políticamente hablando. La politización de la voluntad fue inminente. Burocrática, social y culturalmente controlado, enjaulado. Está atado con cadenas de hierro a una gran marionetista, a un Dios invisible. Este Dios se manifiesta en la voluntad artificial. Las motivaciones humanas son completamente anti-animales. La conciencia está construida y pensada. (Esta noción fue desarrollada completamente en el texto “La libertad animal”). El ser humano tiene preocupaciones completamente controladas  y su esencia se ve complementada por el lenguaje convencional. Este orden hace la “construcción”  del espíritu y no el “nacimiento” del mismo. Lo que se debe dar es un “parto”, doloroso,  y no  una construcción mediante mecanismos.




(La máscara es la adopción voluntaria de un rostro.)




  (Nunca una imposición.)


El hombre mecánico es dominado mediante el goce y la despreocupación, mediante la racionalidad y la obligación. Está obligado a ser feliz, cuando es feliz, y está obligado a la infelicidad y  la frustración, cuando este manto divino le impone desgracias. ¿Qué de animal hay en este continuo de padecimiento-respuesta? Nada.



(No hay espacio natural donde el animal se manifieste, la lucha es inminente.)


                                   (Naturalmente, quien corona su voluntad, obtiene sofisticaciones.) 


El animal satisface completamente la voluntad, es el estadio más libre sobre la tierra. Sin embargo, para que se de una sociedad, el hombre comienza a crear lenguajes y mundos en los cuales renuncia a esa libertad, y reprime su voluntad. Construye una nueva  voluntad artificial y el orden convencional se convierte en el arquitecto de individualidades. No hay libertad, porque no hay voluntad pura. Solo una gran ciudad de falsedades. 



¿Cómo se puede reaccionar a esta encadenación? Tomando el ejemplo de la anarquía, mediante la destrucción y la reconstrucción natural. Hay que fomentar un “nacimiento”, un parto.  Así como socialmente debe darse un “orden natural”, esencialmente la voluntad debe ser animal. La libertad es la única condición y principio absoluto. Mediante la irracionalidad, la oscuridad y la completa destrucción de juicios y concepciones establecidas, se da lugar al nacimiento de la voluntad animal. Es un proceso de auto-destrucción que liberará a la esencia de las propias ataduras convencionales. Sólo así, bajo la desoladora lluvia, en un llamado de libertad, el hombre vislumbra una quietud, y posteriormente una transformación que obedece a un nuevo maestro: su voluntad.





(La destrucción de un mundo, de los valores asentados, de la voluntad artificial.) 


(La voluntad animal, desnuda frente a la lluvia. Reconoce su nacimiento, y luego del dolor, encuentra paz, en la misma guerra.)
"Trasnfómate (...) Para siempre".


Marcos Liguori.