domingo, 23 de agosto de 2015

Lo Mundano.




Cuando captamos las sublimidades de este mundo en su mayor expresión, un ligero temor puede atormentarnos. Ese temblor se traduce en la posible pérdida de la profundidad. Lo que antes era a nuestros ojos divino de pronto se vuelve amargo, sin sabor, con la angustia como única recompensa. Un demonio nos susurra al oído que todo lo que ahora es tan bello y singular puede ser una extrema farsa. Todo lo que apreciamos puede perderse en un vacío y convertirse en algo mediocre. La música pierde profundidad, la belleza irrita por su ausencia.

Esto me hace preguntarme: ¿Hay alguien que quiera desmitificarse? ¿Quién sacrifica la furia por una cobarde razón?  Qué triste espectáculo de ver.

Todo esplendor de la forma, carne o espíritu, ya sea en su ardor divino o en su grito animal, tiene un hondo vacío al acecho. Un lobo que devora los rosales dorados y amenaza con la fealdad del lodo: lo mundano. Lo mundano es la monstruosidad hecha realidad. Es la ausencia de fin, la ausencia de medio, la muerte representada en el lienzo más negro.  Si a algo debe temer el hombre es a la carencia de emoción,  a la cúspide angustiante de lo mundano.  ¿Qué es lo mundano?  Es la victoria de aquel demonio que promete la  nada eterna y cumple. Es un dolor privado de estética. Es la tristeza intoxicada. Es la melodía de la mediocridad.





(Lo sublime pierde esplendor y se confunde en el espacio)

Dije: “El esplendor tiene un lobo al acecho”. Esto significa que  todo estado emocional intenso sufre la posibilidad de un ocaso.  Ese ocaso sólo es posible en el hombre. Es el único ser capaz de no ser sublime. ¿Por qué? Porque posee un mundo. Tiene la posibilidad de ser mundano.

¿Qué es poseer un mundo?  Simplemente tener consciencia de ese mundo.  Hacerse cargo de toda la miseria que nos rodea mediante esa consciencia. En su estado reflexivo, el hombre se identifica con las fuerzas angustiantes que su razón le dicta. Encuentra impotencia en la muerte e incapacidad de ver belleza. El existencialismo triunfa. El hombre peca, pues se identifica completamente con su ser y deja de lado su parte no-mundana, su parte como ente, su parte sublime.


(Se olvida a la belleza y se la estanca en moldes muertos). 


Queda claro que el ente (aquello que no es consciencia ni humanidad. Por ej: el mar) es sublime y el ser (lo consciente, lo humano) es mundano. 

El ente es la deshumanización individual en pos de la victoria de lo estéticamente sublime. Es la muerte absoluta del hombre. Si lo bello es ausencia de ser, entonces lo sublime es ausencia absoluta de ese ser. El hombre tiene y tendrá la posibilidad de su mayor obra de arte en la muerte. Sin embargo, esto sería inútil. Nuestro narcisismo nos perdona la vida. ¿De que nos sirve morirnos y ser arte si no podremos apreciar esa obra? El ente no puede enamorarse del ente. He aquí la bella tragedia que engendra al ser. 



(El ser elemental desarrolla facultades trágicas)



(Oscurece y se confunde en ente)
El ser  es aquella parte reflexiva  y consciente que hace al ser humano.  Asi como tiene la capacidad de apreciar, admirar, entender, cuestionar, etc.,  tiene el angustiante don del enamoramiento.  ¿Qué es el enamoramiento?  Ser queriendo ser ente.  Ser apreciando el campo del ente.  Diría Badudelaire: “esa necesidad del olvidar el yo en la carne extraña es lo que el hombre llama necesidad de amar”. Cuando el ser quiere arrancarse a si mismo y  su propia mundanidad en el campo de lo sublime, podemos decir que ama. Estamos de acuerdo que no hay nada más desgraciado que el ser, sin embargo, eso lo hace capaz de amar.

Se refutará que las emociones responden a patrones inconscientes, y por ende, a una parte más animal que humana (de hecho es lo que he afirmado en todos mis escritos de Caos del Espíritu). Esto es cierto en parte, pero no en su completitud. Los impulsos animales trazan el espectro sangriento de nuestra emocionalidad. Sin embargo, esto no sería posible si una parte de nuestra esencia no estuviera constituida por el ser. Si fuéramos puramente animales, seríamos furia en su máxima expresión. Seríamos pura inconsciencia y no existiría el concepto de emoción. Para amar necesitamos nuestra parte humana.  Cuando hago apología al animal, lo hago en defensa de una parte de nuestro ser que ha sido mayoritariamente reprimida. Hoy gobierna el hombre y se reprime el animal. Para mí ha de invertirse ese esquema  pero sin exterminar al hombre. Porque si exterminamos a nuestra única posibilidad de ser da lo mismo la muerte.  




 (El exterminio absoluto es la quietud en perfección, pero quietud.)

En tanto, amar es el deseo de dejar de ser nosotros mismos,  al borde del exterminio, pero sin dejar de serlo. Es cuando el mar nos cubre y apenas nos deja respirar. Es la propia humanidad evaporándose por todos los sentidos pero sin fugarse completamente. En eso consiste la vida. Somos una porción de vivir en un inmenso mar de muerte y vacío. Aquel "crimen del ser*" ya ha sido realizado. El hombre ya existe. Ya  se ha desprendido del sublime mundo del ente. O peor aún, nació de ese desprendimiento. ¿Qué queda hacer?




                                (El ente se petrifica. Lo sublime queda aislado de la humanidad.)


Se trata de ser sublimes sublevando a nuestra parte mundana. Se trata de contaminar nuestra feladad con el veneno de nuestra belleza. Hacer de lo mundano una fuerza menor, y sublimizar nuestras emociones. Hacernos obra de arte, pero no completamente, porque moriríamos. Si el lobo mundano devora las flores sublimes, estás han de herirlo con su veneno.  Esto es lo que buscamos. La mundanidad herida. La mundanidad sangrando. La belleza hiriendo a la muerte, no la muerte hiriendo a la belleza.  La “no” afirmación del hombre, pero sin dejar de afirmarlo. La doctrina del anti-existencialismo.  Ser bellos hasta un punto casi mortal, sin perder la vida.


(La sublimidad encuentra razón en lo oscuro)


(Porque la belleza se guarece en la oscuridad de la razón)

*Concepto regalado por Eleazar Toledo. 


Nota: Quisiera agradecer a Agustina Babini y a Eleazar Toledo, por dedicar horas y vida en este tema.

Marcos Liguori. 

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