martes, 27 de octubre de 2015

Tiniebla.



¿Qué pasa con aquellas realidades que el lenguaje no puede alcanzar? ¿Con aquellos hondos abismos en los que la emoción se pierde y no encuentra religión para aferrarse? El terror es la sensación de saber que uno mismo es un invento. Y que frente a la negrura, ese invento es risible.

Me inserto en la tiniebla
Muerto  mi verbo,  quedo atónito
Ante el mal oscuro
De mi divina piel.

Las sensaciones se convierten en la nueva ciencia, pues muerto el concepto, resurgen con toda su furia. Instintos errantes, como animales, dominan el entramado de carne. Estos nervios espuman su propia verguenza, pues se dedican solo al esplendor del cuerpo. Para ellos la belleza es sólo física, porque no existe vida interior. Su único lenguaje son gritos y gemidos, reservados a la oscuridad de la tiniebla.*




Sin embargo, la turbación es momentánea. La estabilidad prevalece. El cuerpo se recupera de su fiebre y comienza a pensar. Grandes catedrales hacen del abismo un digno enemigo. La corona promete salvación.  Y cumple.


Escupo dolores, místicos,
De mi acalorada razón
Me someto al cruel lenguaje
Y controlo terrores.

* Inspirado en la epístola de Judas.


Marcos Liguori.




martes, 20 de octubre de 2015

Carne Religiosa.





El concepto se disfraza de religión. A los sentires de la carne nada es verdadero. Sólo el dolor, el goce, la náusea y la furia significan algo relevante, pero por su sensibilidad artística sensorial. Por la euforia y la debilidad. Sin embargo -cual dialéctica esplendor-ocaso- de la inconsciencia brotan los más pesados y fríos dogmas, en catedrales.  La carne erige un imperio devastador. Ensarta al corazón con tres espadas y domina toda respiración. Ataca la inconsciencia y vence. Pero así obra un Dios. ¿Qué diferencia al lenguaje de la religión? Nada. ¿Que hace a la verdad? Nada. ¿Que hace a la filosofía? Nada. Toda concepción es mero misticismo. Somos grandes crédulos. Si dudásemos por un instante de nosotros mismos, nos encontraríamos frente al abismo.



                                                          
No hay Dios
No hay Razón,
Solo esplendor y ocaso,
De la Carne.




Sin embargo, puedo acariciar los conceptos. Puedo congelarme. Puedo vislumbrar en mi frente una gran corona de carne, que termina en metal y  púa.  He sacrificado sangre y lágrimas en mis creencias. He recibido los azotes que me proclaman rey.






Estoy hablando con la nada, y estoy harto de que el abismo me devuelva la mirada, se la devolveré a él, con una corona en la frente.





Marcos Liguori.




viernes, 9 de octubre de 2015

Corazón de Conceptos.


La palabra se inserta en la carne. El verbo designa materia. Mueve, procrea y mata. Los conceptos no son marionetistas, sino actores. Los conceptos estancan el barro. Le dan forma. Le dan vida. El mundo existe porque puede ser pensado. No hay más vida que la que el verbo humano ha creado. El hombre es Dios. 




Mis ideales se hacen carne
Cuando el veneno los pudra
Mi cuerpo perecerá con ellos. 

El concepto es clavo
Ata la piedad a la madera
Y el cuerpo desvanece en el saber.

Sueño con dolores
Nombres que designan cosas
Y mi carne responde al sermón.