miércoles, 21 de diciembre de 2016

Caos y Cine: Himizu, de Sion Sono.


El sueño del barro produce beldades.

El valor de una quimera, para un ciego, es incomparable. Brota del fangal de sentimientos muertos una visión. Lo que no-es, la desgracia, el caos hedoroso que estanca al ventoso ser en su desesperación, es el carozo de la felicidad.

Mal, arché podrido
Tu amor nos corona
Soñadores.

Cuando el Mar, soberbia tempestad de Dios, arrasa nuestros muros y con ello nuestro corazón, cuando el Mar, digo, nos escupe ensangrentados al barro y se retuerce, se marcha, lo añoramos. Despreciamos al fango en que nos hundimos, e iracundos, nos revolcamos en él, manchando nuestro dolor.


Sin embargo, ¿No es él, en tal destino, en la miseria, nuestro compañero?


El amable barro nos ofrece morada en su pocilga. Acepta nuestro desprecio y nos consuela con su fealdad. Sus hedores, laboriosos, hormigas inquietas, gestan en el alma podrida los nuevos nervios que buscarán la belleza, y con ella, la suave brisa del deleite.

“Experiencias dolorosas preparan los ojos limpios que verán a Dios”.*


El pulcro barro. La mancillada arcilla que limpia nuestros prejuicios y nos sume en el torbellino de pasiones que, con ilusoria sevicia, castiga nuestra alma, puliéndola.



El topo, ciego y manchado, abre los ojos. Tiñe el fango con diversos colores y su testa embellece, dando, en la funesta desesperación, en el peor mal, el hermoso contraste que hace deseable y felíz, adorable joya, una vida sin sentido. En la profunda miseria, y sólo allí, se responde un para qué.

Mi reino es vasto, porque soy pobre.





Marcos Liguori.

Texto basado en Himizu(2011), de Sion Sono.

* La Biblia Latinoamérica, Edición Pastoral.

Imágenes: Himizu, de Sion Sono.


miércoles, 14 de diciembre de 2016

Caos y Cine: The Neon Demon, de Nicolas Winding Refn.




 Satán se duerme en la sangre
De la bella virgen deformada
Su pupila, clava al vacío
El conocimiento del horror.


Al compás de su trance
Dos ninfas devoran
Cual aves de rapiña
La carroña beata
De la hermosura.


Hay un demonio oculto en la belleza. Un monstruo insaciable que consume y marchita flores pálidas de neón. Adicto, posee a su musa hasta el exceso, pues sólo hay una forma de poseer lo bello: matándolo, es decir, perdiéndolo.

Del caos nació una tragedia: “la belleza no puede poseerse”. Sin embargo, este animal ignora la máxima y transgrede los límites de la maldición, convirtiéndose él mismo en sanguinario hado. Con la frialdad de su razón, manipula su objeto hasta pulirlo y explotarle sus partes más sufridas, sus gestos más dolientes.



Domina un rigor científico por la perfección. El bisturí no tiembla al perforar el vientre del amor con tal de extirpar su secreto. Maltratar sádicamente a la musa. Herirla hasta arrancarle una lágrima, una beata expresión. Mientras más crueldad se ejerza al cuerpo, más se exalta su inocencia.

El colibrí se retuerce, ave trágica, demasiado frágil para un universo donde el conflicto, aquel fuego original, lo consume todo hasta apagarse.



Un ávido apetito por el exterminio mueve los nervios de los verdugos. Quitar lo humano. Des-humanizar, placer erótico de la razón. Podrir la carne en brillantes luces, y construir un objeto victimizado. Una belleza dominada, diseccionada y corrompida por su propia obsesión. El instinto racional, del salvaje vampiro, por devorar el plasma de la tierna Venus. Hacerla un ente inanimado. Consumirla aún sabiendo que la única consecuencia será  matarla. La búsqueda científica de su ocaso, mediante su exaltación. Atacar su sol.

La propia belleza gesta su gusano.* 




Marcos Liguori. 

Texto basado en la película The Neon Demon (2016), de Nicolas Wending Refn. 

*Alusión a la frase de Eleazar Toledo: "La belleza presta a exterminarse por la propia belleza, no por la propia muerte". 

Imágenes: The Neon Demon (2016), de Nicolas Winding Refn. 


jueves, 27 de octubre de 2016

Salvajismo Plástico



Los tiempos primitivos murieron. La historia es un movimiento hacia la descomposición.  ¿Qué es lo que se deshace?  ¿Mi espíritu o mi carne? Tener un punto nostálgico, un edén animal perdido, es tener un objetivo. Mi mirada, en cambio, como el ciego, la dirijo al vacío.



El buen salvaje se pudrió. Vuelan, sobre su cuerpo hinchado, las moscas de la civilización. El sol, con su insoportable luz,  hacer arder la carne. Los nervios están fundidos al hierro del progreso. Un cuerpo dócil es un cuerpo enfermo. Enfermo de razón.

¿Hay algo, en esa animalidad muerta, a lo cual volver? Nada.  El hedor tóxico de estos anhelos sugiere que mi nostalgia no es primitiva, sino química. Las palabras se oxidaron. ¿Qué es un concepto frente a una sensación?. Un instrumento débil, una abstracción venenosa, la castración del impulso.

Bajo el imperio del lenguaje se mueve una sombra. Una cruda naturaleza quiere emerger desde los órganos. Podríamos llamarle, simplemente, melancolía del caos. La falta de furia mutila al cuerpo moderno. Su sangre demanda violencia y fuga. Fantasías que adquieren un carácter médico.






El salvajismo renace en el plástico. Surge, de la asfixiante técnica, una nueva forma de primitividad: la manipulación de la hormona. Objetos vivos penetran el cuerpo y segregan sensaciones. Queman abstracciones en el sudor. El lenguaje, viscosamente, se diluye en los fluidos. La piel se deforma y los vellos crecen. La repugnancia se confunde con la belleza.



La estética huye del hombre, persigue lo animal. La única belleza es una forma monstruosamente proporcionada. Una bestialidad comercial, sujeta al control y a la dosificación. Lo anormal es el objeto de deseo,  es el medio por el cual la razón remordida sangra, para sobrevivir. La humanidad se transgrede en la cosa. Una cosa viva y salvaje. 

Si el hombre se superpuso a la bestia, muriendo, la resucita. Ya no hay sujeto. No interesan sus impotencias. Sólo una bella abominación. Un objeto animal. Signo de un tiempo posthumano. 




Texto: Marcos Liguori

Imágenes y obra: Victoria Liguori (página web: http://victorialiguori.wixsite.com/victrialiguoriarte)

viernes, 5 de agosto de 2016

Danza de Cadáveres.





La corona 
Ya solo besa,
La frente, 
De la mediocridad. 

¿Como vivir en un pantano de ideas?

Sólo Dios, 
puede llamarle,
vida al barro
Pero Dios no existe. 



Una corona blanca y luminosa cae sobre el barro. El abismo devora, con sus tres bocas, cadáveres sin corazón. Sus ojos negros, lloran triunfantes, la carne podrida de la razón. 
Miles de conceptos se ahogan en ríos negros. Los cuerpos desprenden un gas mortal. Se retuercen sus significados, cual espectros, en un mundo dónde la hierba es estéril. Las moscas avecinan sus patas al hierro blanco. El hedor se funde en el aire. 

Una máscara cubre mi rostro. Me hace invulnerable al gas, puedo respirar en lo póstumo.  




La fe mata. Creer en las palabras es envenenar el cuerpo. Es beber la cicuta en vano. Morir por una idea es algo insignificante. La tradición mintió: el espíritu es la cárcel de la materia.  
Con mi máscara soporto el vacío. Soporto el tóxico que desprenden los conceptos fenecidos. Soporto no creer. 

Sin embargo, muerto el sol, aún sigue quemando. Las personas juegan con el lenguaje, entre el hedor y las moscas. Algunos creen en el sentido. Hacen arte, filosofía, crítica, se plantean cuestionamientos profundos. Desde la máscara, sólo veo un horrible danza de cadáveres. Veo a la gente bailando en medio de la peste, entre las ratas. Todo esto es póstumo. 

Mi máscara filtra la fé, pero permite ver las formas, sin creer en su contenido. Como leer un salmo
a Dios  sabiendo que no existe.

El corazón de los conceptos se pudrió, peroqueda un lenguaje: las superficies, los cadáveres, el dibujo de las palabras. Sobrevive a la nube tóxica una estética póstuma. 

Ya no hay catedrales, sino piedras, y solo se pueden acariciar sus formas.




Los muertos no hablan, pero pueden bailar. 


Marcos Liguori. 




La anti-estética.



Mi sudor rememora
Aquella venus nacida
del fuego. 

En el abismo de Hefesto
se divierten horrores
que los dioses
condenaron. 


La belleza se mezcla con la basura, y se convierte en oro negro. Nace así su antí-tesis, su parte oscura: La anti-estética. 


Cuando los tabúes son transgredidos y la moral ya no es una muralla efectiva, se despierta en los nervios un nuevo mecanismo estético. Las imágenes feas comienzan a ser adoradas. Todo lo repudiable, lo negro, lo que reprimimos comienza a tener gracia y valor. Es el momento de la creación anti-estética. 

En la antiestética se reunen todos los valores visuales repudiables a simple vista y se los observa desde un punto de vista artístico. Todo aquello que tratamos de evitar por ser feo, repudiable, horroroso, etc, es reivindicado y sale a la luz. El sol ilumina toda la negrura de nuestro interior.

Un lago de petróleo arde ante el tacto dorado de la Razón. 

La antiestética resulta en la depravación. En un leve interludio musical en dónde la destrucción es la única norma. Mancilla todo lo bello que encuentra a su paso, lo consume  y venus resurge del fuego. Su piel es negra, como su corazón. 





Sin embargo,  la tormenta pasa, El vientre de la furia es su rápida desaparición. ¿qué deja?. ¿Que hay después del abismo? Nada. Un cuerpo embarrado de abominable hedor. La razón viste ropajes sucios y viejos. Todo murió. 
No queda nada, sólo conceptos podridos, quemados, catedrales destruidas, y nuestros arrepentimientos. 


Marcos Liguori. 
  

sábado, 13 de febrero de 2016

La Belleza y La Mancha




Beatriz es lodo
Al final sólo existe
Un santo vacío
Que varía
En coro maldito
De Intensidad a Ocaso.

Si confío mi belleza a un Dios, a Beatríz, o a la idea de divinidad no soy más que barro aspirando a ser oro. En mi religión hay una falacia, una ilusión, un temor a la pérdida que se transforma en mancha y esplendor.  Si decido adorar la belleza la someto a una ley. Y someter la belleza a una ley es darle un carácter predecible.

Si deseo que lo bello se mantenga igual, que la intensidad con la que aspiro a la vida esté quieta, siempre presente, estoy aniquilando a Venus. Estoy encadenando en el cielo mis admiraciones. 

Un destello de luz ciega el centro humano y todo permanece callado. Nada volverá a cambiar.  Una deprimente reflexión sugiere  que me até al mástil cuando añoraba tormento. Si quiero “ser sublime a todo momento”* ¿no quemaré esa intensidad con tal rutina? ¿Con su horario solar?  De tanto mirar al espejo éste se embarra.

Una serena depresión me colma. Todo se hunde. Nada brilla. El asco reina. La beatitud que adoré sólo duró un corto tiempo. Y cuando pido ayuda a Dios, me da su luminosa espalda.  Me abandona de nuevo.

Beatriz, a la diestra de Dios
Se ríe de mi tragedia
Y Le lanza
De vez en cuando
Una caricia. **



Traicionado,  la cólera me colma.  Deseo ver arder la luz en su imundicia.  Insultar Su sangre y colmarme de oscuridad

Renunció a Dios.



Cuando la belleza divina demuestra ser una falacia,  mi pecho  idea un cambio: animalizar mis conceptos. Dotarles de sangre y carne. Crear mi propia divinidad y hacerla mundana y material. Coronar mis pasiones en un cuerpo sublime que dé a la belleza justicia. Que la lleve a su explosión.  

¿Cómo la belleza puede sobrevivir sin cansarse? ¿Sin ser monótona? Muriendo.


El secreto de la existencia se encuentra en el gusano. Sin la muerte, la belleza sería siempre igual, predecible y estática. Por eso Dios no existe, no puede  y no debe existir. Si ilumina nuestras vidas hay que cegarlo y tomar su lugar, pues cuando Dios muere, el hombre es rey.***



Me corono en oscuridad.
El gusano me hace rey
Y reclamo mi siniestro reino
Destinado
A la descomposición.
Por qué soy fugaz
Soy bello.


Para preservar la belleza sin que se vuelva rutinaria debo matarla a momentos y crear su antítesis. Debo crear una anti-belleza que me de intensidad. Debo cambiar como la marea. Varíar entre lo sublime y lo mundano todo el tiempo. En la creación de esta Némesis, viviré solemne. Será mi palacio. Un eterno escenario, un eterno conflicto en el que el protagonismo varíe cual péndulo, preservando así la intensidad . Si creo una materia oscura, una contra-belleza que mantenga a su vez mi  estética habré formado la corona que portaré triunfante ante la vida, la muerte y las siniestras ilusiones que hacen del tiempo algo menos pesado y amargo.****






* Referencia a la frase de Baudelaire: "Hay que ser sublime son interrupcion. El dandy debe vivir y morir ante el espejo."

**Basado en el poema La Beatriz de Baudelaire.

***Referencia a los versos del poema Sol y Carne de Rimbaud: "(...)Y sin embargo, ya no hay Dios ¡Ya no hay Dios! ¡Hombre rey!(...)"

****Referencia al verso del poema Himno a la Belleza de Baudelaire: "(...)igual da si haces menos horrible el mundo y menos pesado el tiempo."

 Marcos Liguori.




jueves, 28 de enero de 2016

Dios mira al abismo





 Dios es tiniebla
Y de ella
Nacerá.


Para mirar al abismo y no palidecer hay que ser Dios. Y si Dios no existe, debo inventarlo. Debo extirparlo de mis entrañas y darle una forma macabra y luminosa.  Rojo de tanta sangre, nacerá en fuerza pura y Su ojo asustará al vacío, le obligara cual lobo a esconderse en su guarida  y lo humillará. Dios es un amante que no existe pero  a quien ese amor lo torna real. Lo hace carne. Basta un verbo para crear un mundo.



Asi como el amor resplandece sobre una nada reinante, Dios puede levantarse en el interior de cada ser que intente mirar aquella oscuridad  en el fondo de su reflexión. Invito a todos a contemplar al gusano, al abismo infinito que se extiende en miles de futuros que no nos están reservados.

 Miremos la nada.  Está al alcance de tan solo algunos pensamientos. Todos podemos con facilidad saber que nos deparará el futuro.  Sentirlo es la cuestión.

Pienso: “ Moriré y no existiré más”. Cuento el tiempo futuro  en que no existiré: días, meses, años, siglos, milenios, eternidades. ¿Cómo me siento con eso? Angustiado ¿Cuántos días pasaran hasta que exista de nuevo? Nunca existiré de nuevo. Siempre será un eterno no existir.  
Me desespero.  Caigo en lo oscuro. Nado hondo. Quiero salir, pensar en otra cosa.  Hago un esfuerzo  mortal por no irme y no reprimir este dolor. Me quedo.  En esa tensión cuasi divina,  nace Dios.


En alegría de fuego
La Beatriz mira a la nada
Y se ríe.


Me bautizo en fuego negro, en astros errantes, en oro  nocturno. Palidecen las normas racionales y del sentido común.  Todo se concentra en una lucha. Soy Dios frente a la nada. Así nació el amor, así nació Dios, y así nazco yo. Glorioso ante un abismo. En coro con un diluvio de maldiciones que armonizan la belleza de lo que estará muerto pero hoy vence. Vivir es una procesión de hermosura. Es flagelarse en música y sublimidad.


Siempre y cuando lo mediocre no nos aceche.

Con mediocridad no se puede mirar al vacío. Para sonreírle a la nada hay que ser Dios. De lo contrario habrá  que resignarse a ser barro.  Y sólo Dios puede llamar vida al barro.


Quien cesa de sentir
Belleza
No existe. 








 Marcos Liguori.













viernes, 15 de enero de 2016

Gusano





Lo más asqueroso se alimenta de lo sublime.  La cadavérica belleza es roída por miles de bichos que saquean y profanan lo que antes fue un templo. El desvanecer de la carne es un motivo para -más que llorar- celebrar.  Hay que hacer de la propia muerte un banquete.


En la nada una aureola
Cual santo
Pues beatifica
Nuestros instantes
Con su hondo grito.




Descansa en paz lo explosivo, sabiendo que el asco hace posible su final. Amamos la vida porque tras ella hay un gran telón de nada que la hace posible.

“vivimos nuestras vidas porque no tenemos nada mejor que hacer"*


La muerte me crea y me redefine. Corona a mi animal, hace de mis impulsos algo único. No hay otra cosa que la propia vida y por eso es divina. Es un Dios bañándose en un mar negro.  Y si la vida es Dios, debo vivirla como tal.







No nos contentemos con suspiros mediocres. Hay que elegir: la intensidad o la nada.


 “Ningún hombre vale
Más que un suspiro
Son todos pura ilusión.”
**


Si  festejo mi  finitud la carne se volverá divina.  La corona ensartará en la piel la solemne consciencia del vacío y el terror irremediable de la no existencia.

Y sólo un vacío crea otro más sublime.

Si el mundo surgió de la nada, es un vacío superior.  Una corona de negro contraste. De luz opaca.
Si  mi padre es el abismo; he de ser abismo.  
Si mi vida acabará en el gusano;  si el asco es mi final; he de dejarle  al asco belleza.
Si el gusano me roerá; he de hacer mi carne mi Dios.
Si mi Dios es mi carne; he de ser Corona.



“No luches contra monstruos, a no ser que te conviertas en monstruo. Y si el abismo te mira, devuélvele la mirada.” ***





Haz de tu muerte un banquete
Que el gusano coma con alegría
En el abismo se corona quien siente.




* Watchmen, Alan Moore, capitulo 6, El abismo devuelve la mirada.

** Salmo 62;9.

*** Modificación de  la frase de Nietzsche citada en el capítulo 6 de Watchmen, El abismo devuelve la mirada.


 Marcos Liguori.