viernes, 5 de agosto de 2016

Danza de Cadáveres.





La corona 
Ya solo besa,
La frente, 
De la mediocridad. 

¿Como vivir en un pantano de ideas?

Sólo Dios, 
puede llamarle,
vida al barro
Pero Dios no existe. 



Una corona blanca y luminosa cae sobre el barro. El abismo devora, con sus tres bocas, cadáveres sin corazón. Sus ojos negros, lloran triunfantes, la carne podrida de la razón. 
Miles de conceptos se ahogan en ríos negros. Los cuerpos desprenden un gas mortal. Se retuercen sus significados, cual espectros, en un mundo dónde la hierba es estéril. Las moscas avecinan sus patas al hierro blanco. El hedor se funde en el aire. 

Una máscara cubre mi rostro. Me hace invulnerable al gas, puedo respirar en lo póstumo.  




La fe mata. Creer en las palabras es envenenar el cuerpo. Es beber la cicuta en vano. Morir por una idea es algo insignificante. La tradición mintió: el espíritu es la cárcel de la materia.  
Con mi máscara soporto el vacío. Soporto el tóxico que desprenden los conceptos fenecidos. Soporto no creer. 

Sin embargo, muerto el sol, aún sigue quemando. Las personas juegan con el lenguaje, entre el hedor y las moscas. Algunos creen en el sentido. Hacen arte, filosofía, crítica, se plantean cuestionamientos profundos. Desde la máscara, sólo veo un horrible danza de cadáveres. Veo a la gente bailando en medio de la peste, entre las ratas. Todo esto es póstumo. 

Mi máscara filtra la fé, pero permite ver las formas, sin creer en su contenido. Como leer un salmo
a Dios  sabiendo que no existe.

El corazón de los conceptos se pudrió, peroqueda un lenguaje: las superficies, los cadáveres, el dibujo de las palabras. Sobrevive a la nube tóxica una estética póstuma. 

Ya no hay catedrales, sino piedras, y solo se pueden acariciar sus formas.




Los muertos no hablan, pero pueden bailar. 


Marcos Liguori. 




La anti-estética.



Mi sudor rememora
Aquella venus nacida
del fuego. 

En el abismo de Hefesto
se divierten horrores
que los dioses
condenaron. 


La belleza se mezcla con la basura, y se convierte en oro negro. Nace así su antí-tesis, su parte oscura: La anti-estética. 


Cuando los tabúes son transgredidos y la moral ya no es una muralla efectiva, se despierta en los nervios un nuevo mecanismo estético. Las imágenes feas comienzan a ser adoradas. Todo lo repudiable, lo negro, lo que reprimimos comienza a tener gracia y valor. Es el momento de la creación anti-estética. 

En la antiestética se reunen todos los valores visuales repudiables a simple vista y se los observa desde un punto de vista artístico. Todo aquello que tratamos de evitar por ser feo, repudiable, horroroso, etc, es reivindicado y sale a la luz. El sol ilumina toda la negrura de nuestro interior.

Un lago de petróleo arde ante el tacto dorado de la Razón. 

La antiestética resulta en la depravación. En un leve interludio musical en dónde la destrucción es la única norma. Mancilla todo lo bello que encuentra a su paso, lo consume  y venus resurge del fuego. Su piel es negra, como su corazón. 





Sin embargo,  la tormenta pasa, El vientre de la furia es su rápida desaparición. ¿qué deja?. ¿Que hay después del abismo? Nada. Un cuerpo embarrado de abominable hedor. La razón viste ropajes sucios y viejos. Todo murió. 
No queda nada, sólo conceptos podridos, quemados, catedrales destruidas, y nuestros arrepentimientos. 


Marcos Liguori.