domingo, 24 de septiembre de 2017

Dopplegänger.




El espejo devuelve un rostro desconocido. El frágil cristal que encerraba mi identidad se rompe y la noche invade mi pecho. En ese momento, el saberme falacia despierta, como una chispa, la contemplación del absurdo. ¿Quién soy yo después de haberme negado? Me doy cuenta: en mi derrota vive mi enemigo.


Un doble grita en las sombras, ansioso por corromper lo que amo. Débiles murallas, cual suaves cortinas, alcé  para defenderme. Estoy seguro de mi doblez, pues ser yo me cuesta arduo trabajo.* Un paso en falso, un ligero descuido, y mi enemigo me absorbe en su torbellino. Soy una constante amenaza de no ser.




Trágica existencia, la de una ilusión en busca de un cuerpo. Estoy hecho de la misma materia de la que están hechos los sueños, mis brazos quebrados sólo abrazan nubes*. A la bofetada devuelvo la otra mejilla; sueño con un niño que me aplasta los ojos. El bien es ciego, y  por eso es culpable.


Tengo un espíritu lisiado, llagado de remordimientos. Un oscuro enemigo domina mi cuerpo. No tiene que fingir, pues simula mejor que yo. Nadie sospecha de su papel. Ser y parecer, para él, son una sola cosa. En cambio mis movimientos son torpes, las palabras trabadas y  mi corazón inaccesible.

Ojos negros porto y ante el espejo los cierro. Imagino que allí, tras ese velo, existo como idea.






Marcos Liguori.

Imágenes: Twin Peaks, de David Lynch y Mark Frost.

Música recomendada para la lectura del texto (disponible en la playlist del blog temporalmente):









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